Hoy os traigo algo que ha surgido de forma espontánea, sin planificación, algo nuevo y diferente apelando a la inspiración que los redactores de contenidos necesitamos cuando sentimos la necesidad de escribir algo diferente.

Y es que… ¿Quién no ha sentido de cuando en cuando la falta de Inspiración?

¡Oh Divina Inspiración! Amiga infiel, amante escurridiza, compañera inconstante.

 A vos escribo estas plegarias vacías con la vana esperanza de obtener la respuesta esperada. A vos, que hacéis oídos sordos a mi constante llamada. ¿Qué os hice en el pasado para darme la espalda? ¿Qué castigo inmerecido volcáis en mi tan injusto y cruel?

¿Qué os hice? ¿Qué os hice ¡Maldición!?

Yo, que abrí las puertas de mi mente y liberé las palabras en vuestro nombre. Yo, que acudo rogando en silencio por una porción de vuestro don.

¿Qué os hice? ¿Qué os hice ¡Maldición!?

¡Os imploro misericordia mi amada Inspiración! Os imploro por una brisa fresca, una palabra acertada, una idea nueva, un poco de vos. ¿Acaso pido tanto? ¿No sois vos quien acudisteis a mí en el pasado sin invocar vuestro nombre? Agradecidas y gentiles fueron mis acciones, sin esperar nada a cambio de vos.

¿Qué os hice? ¿Qué os hice ¡Maldición!?

Sólo he soñado ser un humilde transmisor de su mensaje, sólo la pluma y el papel donde se plasmaran sus palabras. Sólo un atrevido trovador que soñó en convertirse en adalid de vuestra cruzada.

¿Qué os hice? ¿Qué os hice ¡Maldición!?

¿A caso fue eso? ¿A caso soñé demasiado alto? ¿Con demasiada fuerza? ¿Con incontrolable osadía? Mandadme, por los dioses, una señal de vuestro perdón. Porque sin vos no soy nada. Sin vos no quiero ni puedo vivir.

¿Qué os hice? ¿Qué os hice ¡Maldición!?

He sido un necio amada mía, desagradecido y ciego. Vos que habéis compartido las musas conmigo, que habéis movido mi pluma en tantas ocasiones. A vos, que habéis domado mi puño y letra como tantas otras veces. He sido un necio amada mía, desagradecido y ciego.

Habéis acudido una vez más y no me había percatado. A vos que acudís a mi llamada cuando os invoco sin pedirme nada a cambio. A vos que domináis a voluntad mi mente y mi caligrafía. A vos que tanto os debo. A vos y sólo a vos.

Perdonadme, Perdonadme ¡Maldición!